Violencia entre compañeros de colegio

por | 13 septiembre, 2014



bullyng4«BULLYNG»

Lo que hay que saber

Septiembre 2014

El término inglés «bullyng» en un sentido literal significa «toreo», una intimidación u hostigamiento. Cuando utilizamos la palabra «bullyng» nos estamos refiriendo a la agresión hacia un individuo o grupo cometida por uno o más individuos, generalmente lo último, realizada en forma sistemática y repetida en el tiempo y sobre la base de una relación asimétrica de poder.
En el crecimiento saludable de un niño intervienen también los vínculos que se establezcan con los pares. Dado su importancia es necesario que los adultos y especialmente padres y docentes no se encuentren ajenos a ello. El acoso de los niños por sus pares no es otra cosa que otra forma de violencia y como tal resulta perjudicial para el desarrollo y maduración como persona de cada uno de ellos.

¿Pero qué características debe tener una situación para pensar en «bullyng»?

  • La violencia o agresión debe dirigirse en forma sistemática y perdurable en el tiempo al mismo niño, adolescente o grupo.
  • Debe haber lo que se llama «relación asimétrica de poder» entre quienes acosan y quien o quienes son acosados.

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Es importante señalar que el «bullyng» o acoso es siempre un fenómeno grupal. Siempre participan, además de los que acosan y los acosados, otros individuos en calidad de testigos o espectadores. Pueden comportarse de una forma más o menos activa, sumándose a las humillaciones aunque no agredan en forma directa. Tanta importancia tienen los espectadores para el «bullyng» que se podría decir que sin ellos no habría escena de acoso posible.

Si bien muchos chicos pueden llegar de la escuela y contarnos episodios de agresión hacia ellos, es importante diferenciarlos y reconocer lo que no es acoso o bullyng.

No son acoso las burlas, las discriminaciones u otras agresiones ocasionales dirigidas en forma rotativa a distintos miembros del grupo. Tampoco es acoso la pelea a repetición entre dos niños o entre bandas de jóvenes. En el primer caso porque la agresión no recae en el mismo sujeto y en el segundo porque si bien la violencia puede ser reiterada, perdurable en el tiempo, no se identifica una clara asimetría de poder.
Los chicos, familiarizados con el término por la repercusión en los medios, utilizan la frase «me buleó» ante cualquier agresión o insulto de un compañero transfiriendo la preocupación a los padres, sin ser estos casos ejemplos de bullyng. No quiere decir que no sean situaciones de violencia ni que sean más o menos graves, pero no constituyen episodios de acoso.
Es importante señalar que el «bullyng» no sólo incluye agresiones físicas. Puede haber amenazas, humillaciones, exclusiones o formas más sutiles como, por ejemplo, «robar amigos o amigas» como forma de aislamiento.
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Las redes sociales por Internet no quedan ajenas al fenómeno: se habla de «ciberacoso» incluyendo además a los teléfonos celulares y demás tecnologías de información y comunicación. Son ejemplos del ciberacoso la divulgación de fotos o filmaciones de humillaciones o violencia hacia una persona, mensajes ofensivos o amenazantes o promociones para la exclusión de una persona de un grupo o alentar la no concurrencia a un evento organizado por el acosado.
El acoso entre pares no es un fenómeno nuevo ni la única forma de violencia en el ámbito escolar, pero existe y es importante poder reconocerlo precozmente para poder resolverlo.
Es importante tener en cuenta que el «bullyng» tiene lugar no sólo por circunstancias individuales de los niños involucrados sino sobre todo a las interacciones que se tejen entre ellos y al contexto en que ellas se producen. Esto quiere decir que no sería correcto señalar al o los que agraden como «malos» o a los agredidos como niños «débiles» o propicios a ser acosados. Más que perfiles, los jóvenes desempeñarían roles dentro de un proceso de formación y evolución en un medio que puede favorecer o no la aparición de dichas conductas. En este último punto es importante señalar la actitud de la familia y especialmente de la escuela, espacio físico donde los niños y adolescentes conviven la mayor parte del día. Poseen mucha importancia los espacios de participación de los alumnos en los colegios, la reacción de las familias ante cualquier hecho de violencia y la relación de la escuela con las mismas.

Circunstancias generales para comprender el problema:

  • Desigualdad económica y social: al romperse los lazos sociales se favorece la violencia, la desconfianza y el temor. Desaparece la visión del «otro» como semejante con idénticos derechos constituyéndose como potencial enemigo. A ello se suma la retirada del Estado en su rol de protección de derechos y de disminución de desigualdades. Escuela y familia son puestas en la actualidad bajo sospecha. El cuestionamiento a estas instituciones fueron declinando la autoridad que tradicionalmente la sociedad les confería.
  •  Estrategias de reconocimiento: El hecho de ser reconocido por sus compañeros por alguna cualidad tiene una fuerte incidencia en la manera en que se establecen los vínculos dentro de una escuela. No siempre los niños y jóvenes encuentran buenas resoluciones en la búsqueda de ese reconocimiento y adoptan el rol de violento u hostigador. Por otra parte, los que participan como espectadores festejando las agresiones efectuadas, se aseguran evitar ser alcanzados por el hostigamiento o ser excluidos también del grupo.
  • Relaciones de poder: Las relaciones que se establecen dentro del grupo de compañeros pueden ser complementarias de las relaciones de poder que establece el docente y la escuela. Las etiquetas de «buenos» o «malos» alumnos, «inteligentes» o «lentos» pueden favorecer la aparición de «los provocadores» como medio para lograr una identidad que pueda ser reconocida.

Difícilmente los chicos puedan encontrar por si solos nuevos modos de vincularse entre ellos. La intervención oportuna y temprana de los adultos: docentes, familiares y quizás profesionales, resultará fundamental para la interrupción del circuito de hostigamiento.
La escuela, debe en principio evitar quitar importancia o eludir el tratamiento del tema o peor aún, sumarse a la agresión con comentarios poco adecuados. Por el contrario, se deberá dar la palabra a los chicos, que opinen, que hablen de sus vivencias ante el hecho. Se debe involucrar al grupo, dado que el acoso es un fenómeno grupal, que no es lo mismo que culpar a todo el grado o la división, sino promover que entre todos colaboren para que no haya malos tratos. La intervención rápida y precoz del docente ante cualquier fenómeno de violencia, evitará muchas veces el inicio de una relación de mal trato, más aún si genera humillación
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Se debe destacar aquí el valor de las sanciones. Es fundamental que éstas tengan un sentido pedagógico y no obren sobre el o los agresores con la misma humillación que se quiere combatir, con lo que se engendraría más violencia.
Las familias deben hablar siempre con la escuela. Es ella la que tiene que convocar a las partes involucradas y no los padres intentar resolver por si solos los conflictos en las redes virtuales. Incluso con las mejores intenciones se suele agravar el problema.
La familia debe siempre evitar la indiferencia ante un hecho de violencia, por más pequeño que fuera y donde ocurriera. Deben evitar reforzar en forma involuntaria el circuito de hostigamiento con actitudes de sobreprotección o punición destacando de esta forma el rol del «débil» y el del «malo» respectivamente.
Toda medida que aliente a la socialización de los jóvenes involucrados será bienvenida. La inclusión en grupos de amigos, en clubes, en el barrio son herramientas útiles. La canalización de conductas agresivas hacia algún deporte es un buen ejemplo.
Las familias también deben acompañar a sus hijos en el uso de las redes sociales virtuales. De nada sirve no ofender cara a cara si por intermedio de la red se insulta, incomoda o se humilla. Del mismo modo, el uso de videojuegos y más aún aquellos que reproducen escenas de acoso constituyen un engendro de violencia que debe ser evitado.

Signos que pueden indicar que un chico pueda estar siendo acosado en la escuela:

  • Cambios de carácter (irritabilidad, aislamiento, falta de confianza.)
  • Síntomas o dolores inespecíficos antes de ir a la escuela.
  • Cambios de hábitos: no quiere ir a la escuela, quiere que lo acompañen, etc.
  • Pérdida o rotura de útiles.
  • Lastimaduras en el cuerpo.
  • Dificultades para conciliar el sueño.
  • Falta de apetito.
  • Desinterés por las tareas escolares, bajo rendimiento escolar.
  • Repentino alejamiento de antiguos amigos.
  • Da excusas extrañas para justificar los puntos anteriores.

Signos que pueden indicar que un chico está acosando a otros:

  • Tiene amigos o frecuenta chicos que acosan a otros.
  • Se involucra seguido en peleas o discusiones.
  • Se muestra agresivo.
  • Es extremadamente competitivo.
  • Culpa a los demás por sus propios problemas. No reconoce responsabilidad.
  • Tiene inexplicablemente más dinero y objetos que no le pertenecen.
  • Tiene sanciones escolares con frecuencia.

Los chicos suelen no contar problemas de «bullyng» a los adultos por:

  • Miedo a ser considerados como débiles o «buchones» por sus compañeros.
  • Miedo a ser aún más agredidos por sus pares.
  • Miedo a ser castigados o cuestionados por los adultos o que piensen que son débiles.
  • Vergüenza a que se sepa públicamente como son tratados. La humillación que sufren.
  • Sentir que nadie los va a comprender.
  • Creer que solos pueden resolver el problema.

Fuente: Lic. Ana Campelo, Lic. Marina Lerner. «Acoso entre pares». Programa Nacional de Actualización Pediátrica. Sociedad Argentina de Pediatría. 2014.