EL DESARROLLO EMOCIONAL DE LOS BEBÉS
La regulación de las emociones
Abril 2018
El bebé se convierte en un nuevo ser desde el momento de la concepción. Durante el embarazo y principalmente durante los últimos tres meses el feto recibe infinidad de estímulos. Son receptores de las sensaciones que recibe la madre como también de factores externos, sonidos, ruidos y vibraciones. Es por ello que antes de producirse el nacimiento el bebé posee experiencias que pueden motivar determinados comportamientos desde los primeros días de vida fuera del útero materno.
El componente genético, o sea lo heredado de ambos padres, ocupará un importante lugar en el comportamiento del niño y serán las experiencias acumuladas las que moldeen o incluso modifiquen sus características innatas.
La personalidad, por lo tanto, se construye por la interacción de las cualidades heredadas del niño y las experiencias que recibe desde antes de nacer.
Existe un desarrollo emocional que involucra ambas vertientes. De esa forma se va construyendo la identidad del niño, su autoestima, su seguridad y la confianza en sí mismo. Mediante este proceso el pequeño puede distinguir las emociones, identificarlas y controlarlas. Para que se cumpla la mencionada evolución el niño necesita de un sostén emocional. Dicho sostén debe ser brindado por sus cuidadores primarios. Usualmente son mamá o papá pero, en realidad, puede ser cualquier persona adulta a cargo que ejerza las funciones básicas de cuidados del niño pequeño. Así además de ambos padres también pueden cumplir esa función los hermanos mayores, familiares o miembros de la comunidad. Todos ellos pueden tener en común la posibilidad de mantener un vínculo estable con el bebé. A partir de esa experiencia el niño podrá relacionarse en forma adecuada en los meses y años futuros con otras personas.
Ese sostén es además requerido por el bebé. Su mirada, su sonrisa frente al rostro humano nos habla del interés por relacionarse con el ser que lo cuida y lo protege. Ningún bebé crece bien en soledad: siempre tiene que haber un adulto disponible en condiciones de dar lo que el bebé necesita.
En niño pequeño no se encuentra en condiciones de regular sus emociones por si solo. Las reacciones intensas requieren ser reguladas por el contacto físico y emocional de su cuidador/a. Dicha persona debe saber percibir esas necesidades y poner en juego una capacidad que le permita acercarse a la comprensión de lo que necesita el niño, que, si bien no puede aún expresar lo que siente, se comunica por medio de otros recursos: gestos, miradas, llantos, sonrisas, etc. Se necesita entonces de una sintonía entre la respuesta que brinde el adulto y el estado interior del bebé llevando a una regulación entre ambos. Si eso se logra probablemente el niño en unos meses podrá alcanzar su autorregulación emocional.
Cuando un niño llora sin ser consolado debe manejar esa emoción sin un aprendizaje previo provisto por su cuidador. En estos casos es posible que el bebé presente dificultades para auto calmarse, no sólo en sus primeros meses sino a lo largo de todo su desarrollo.
Cuando el adulto sabe percibir y resolver las necesidades del niño este último desarrolla una confianza básica en su cuidador, más aún cuando las situaciones se hacen repetitivas como suele ocurrir en toda crianza. El niño que desarrolla su confianza básica podrá más adelante comenzar a explorar el mundo, crecer, ir separándose de sus cuidadores y así individualizarse. Los niños que se sienten seguros por sus cuidadores no ignoran los peligros de alejarse de ellos pero avanzan de todas formas sabiendo que tendrán siempre un apoyo en caso de necesitarlo. La adaptación de los niños al jardín es un ejemplo de ello. Durante los primeros días todos experimentan angustia pero, en un lapso de tiempo la superarán, dado que tienen confianza en que volverán a buscarlos. Aunque no lo apreciemos todo este fenómeno requiere una maduración que sólo se logra con la relación previa con su cuidador, generalmente madre o padre.
La confianza básica de un niño, aquí descripta, puede interrumpirse en caso de muerte o ausencia del cuidador. En estos casos es importante reconstruirla con otra figura para que dicho proceso no finalice.
Los vínculos afectivos estables y contenedores reducen el malestar emocional y refuerzan sentimientos positivos en el niño.
La crianza y el acompañamiento de un bebé no están relacionados con factores biológicos que deban unir al niño con su madre o su padre. En crianzas que no son llevadas por los progenitores las funciones anteriormente descriptas pueden ser ejercidas por otro miembro de la comunidad con la suficiente empatía para comunicarse con el niño.
La maduración y seguridad afectiva le facilitará al pequeño obtener progresivamente pautas de diferenciación y autonomía necesarias en algunos momentos de su vida: el destete, la adquisición de la marcha, el lenguaje, el control de esfínteres o el comienzo del jardín.
Finalmente y ampliando el término “confianza”, aparece “la familia” como una red de sujetos que obran para tal fin. La misma puede superar ampliamente a las filiaciones biológicas y puede incluir a toda persona que participe en el desarrollo emocional del niño.
Las experiencias emocionales de los chicos con sus cuidadores y la familia permiten el desarrollo de la capacidad de pensar el mundo que lo rodea y además pensarse a sí mismo.
Fuente: Armus M. y col. “Desarrollo emocional, vínculo temprano, comunicación y lenguaje”. Programa Nacional de Actualización Pediátrica. S.A.P. 2017.