¡TODO BIEN…HASTA QUE LLEGÓ EL HERMANITO…!
Por la Lic. Lorena Ruda*
Luego de un tiempo de la llegada de nuestro primer hijo, cuando seguramente todo ya se había acomodado a la nueva vida, logrando una convivencia relativamente armoniosa entre los tres,arriba el segundo, el hermanito o hermanita. En algunos casos planificado, según las circunstancias y maneras de pensar de la familia, en otros planeado con mucho deseo porque las ganas de ser padres nuevamente afloran, la imprevista o la no tan imprevista noticia finalmente se confirma.
Nos enteramos del embarazo y ¡puf!, aparece una invasión de sentimientos encontrados, felicidad, miedos, y muchas veces, culpa por lo que pueda suceder con el hermano/a mayor
Los adultos damos por hecho que los hermanos mayores «estarán celosos» y es una respuesta que solemos tener ante cualquier actitud o acción de nuestro hijo. Quizás sin evaluar lo que realmente les pasa ya contestamos: -«está celoso». Pareciera que muchas veces esa respuesta calma más a los adultos, ya que necesitamos poner palabras a lo que no sabemos. De esta forma interpretamos que actúa de tal o cual forma porque simplemente «está celoso». Pero, lo cierto es que los celos de los hijos, generalmente, son una construcción de los adultos, sobre todo durante el embarazo, donde todavía la llegada efectiva del hermanito no sucedió y el chico poco puede interpretar lo que está sucediendo.
Seguramente se estará preguntando por qué la panza de la mamá crece, cómo es que ese bebé llegó ahí adentro. Todos le dicen: -¡qué bueno, ahora vas a tener con quien jugar!» «siempre te vamos a querer», etc. Estas frases son las que muchas veces alertan al hermano/a mayor que lo que está por llegar puede poner en duda el amor de los padres, más específicamente, de la mamá. En vez de demostrarle la importancia de su lugar, de enfatizar nuestra mirada en él, le advertimos que su situación pende de un hilo. lo cual no es cierto. Cada hijo tiene un lugar, una personalidad, virtudes y defectos. A veces es nuestro propio temor por «no poder amar a dos por igual» lo que nos hace sentir que nuestro hijo tampoco podrá querer y aceptar al hermano, o que su lugar pueda ser reemplazado por el nuevo integrante.
Si nuestra actitud por la llegada del nuevo hijo a la familia es con felicidad, si tratamos de incluir al hermano mayor dentro de los cuidados del recién nacido, desde el embarazo haciéndolo participar en la elección del nombre, preparar el cuarto, .el/la mayor no tendrá por qué sentirse desplazado, hay que ayudarlo para que también sea su bebé, y desde el lugar de «hermano/a mayor» lo cuidará y le enseñará cosas que él ya vivió.
Muchas veces le sucede lo mismo que a los demás nenes de su edad, está más caprichoso, más demandante, más peleador. ¿No se nos ocurre pensar que eso que le pasa tiene que ver con la etapa que está viviendo, más allá de la llegada de su hermano? Solemos caer en una respuesta fácil que nos evita poner atención a lo que realmente necesita nuestro hijo. Todas las personas somos diferentes, y esto vale también para los niños. Cada chico tiene necesidades, intereses, gustos y viven etapas que le son propias y que lo diferencian de sus hermanos. Es fundamental aceptar esta diversidad y atender los requerimientos de cada hijo, sin marcar diferencias de «importancia». Si la llegada de un segundo hijo desvía nuestra mirada del primero, entonces sí habrá más celos. Pero si seguimos prestando atención a sus necesidades y respondiendo aunque sea con la mirada y la preocupación, nuestro hijo podrá recibir al hermano con la misma felicidad que nosotros.
Tampoco es cierto que un hijo pretende estar en el lugar del otro, por el contrario, cada uno pretende poder ser sí mismo y para esto, es nuestro deber «mirar» lo que cada uno necesita. Es muy común escuchar: – «no quiero hacer diferencias, si a uno le doy A al otro también», lo que quizás a veces no nos damos cuenta es que los dos no necesitaban A. No nos detenemos a evaluar lo que cada uno es y tiene para dar, les damos «por igual» haciendo que a uno le sobre y al otro le falte (insisto, no me refiero en este caso, solamente, a objetos) y terminamos haciendo lo que intentábamos evitar. Rotulamos a cada uno con características opuestas, verbalizamos lo que ellos son sin darnos cuenta que, muchas veces, eso que decimos que son es lo que terminan siendo. No nos damos cuenta que muchas veces, nuestras palabras les dan identidad y ellos nos creen, sin dejarlos elegir libremente. Tendemos a comparar y, lo que es peor, en voz alta, generando rivalidad. Debemos aceptar que no son iguales ni deben serlo. No es igual cómo una madre vive cada embarazo, cada nacimiento y hacer hincapié en las diferencias.
Formar una familia no es fácil, tampoco criar a los hijos. Es un desafío diario. Ellos aprenderán a relacionarse entre sí, y mucho podemos ayudar. Lo más importante es no presionar, no forzar y observar. No perder de vista y responder a sus necesidades como seres independientes que son. De esta manera, la llegada de un hermano será el mejor regalo les pudieron dar.
*Lic. Lorena Ruda Psicóloga U.B.A. M.N. 44247
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