Los niños y el reconocimiento de los colores
EL COLOR DE LA VIDA
Febrero 2020
La visión de un objeto se produce cuando llegan al cerebro los impulsos nerviosos originados por los fotorreceptores de la retina. El ojo humano compone los colores combinando los tres básicos: rojo, azul y verde. La retina posee dos tipos de receptores: los conos, especializados para la luz diurna y el color, y los bastones, para la oscuridad y el movimiento. La combinación de estos tres colores básicos permite diferenciar numerosos tonos y así el ojo humano puede percibir unos 8000 colores y matices. Al llegar la luz visible a la retina, es absorbida y descompuesta originando potenciales eléctricos que son transmitidos por el nervio óptico al cerebro.
Una pregunta habitual que recibe el profesional en el consultorio es acerca del reconocimiento de los colores por los niños pequeños. Específicamente a qué edad es esperable que logren identificar el color de los objetos y que puedan diferenciarlos.
La realidad es que el bebé está capacitado desde muy temprana edad para diferenciar los distintos colores que se le presentan a la vista. Está claro que desde muy chiquitos se interesan más por los juguetes con tonos brillantes y llamativos. Sin embargo la identificación y reconocimiento de los colores requiere de una maduración general que no sólo incluirá al ámbito de la visión.
Durante el primer año de vida el niño interactúa con objetos en forma cada vez más frecuente. La posibilidad de tomarlos, la llegada de la deambulación que le permite multiplicar sus experiencias y el desarrollo del lenguaje hacen que aproximadamente a partir de los dos años los niños comiencen a nombrar los colores que ya mucho antes venían identificando. Dado que los momentos de atención en estas edades suelen ser cortos, algunas veces los adultos no se dan cuenta de la aparición del nuevo “logro” y es generalmente por la preferencia de juguetes con cierto color que comienzan a tomar idea de ello. En realidad el niño conoce el nombre del color a pesar de no poder expresarlo, en función del desarrollo del lenguaje. Es por ello que, generalmente al comienzo, el niño que aún no habla puede elegir un juguete rojo o un muñeco azul ante el pedido de su madre o padre.
Como vemos, la identificación de los colores depende de un proceso global de maduración. Como en otras habilidades, la estimulación suele acelerar su inicio y su evolución.
En este sentido, se recomienda que el niño comience por medio de juegos a reconocer los colores primarios, (azul, rojo, amarillo), utilizando cubos o bloques. El agrupamiento o el apilamiento por color son juegos recomendables para dicha etapa. Del mismo modo, se puede solicitar al niño que señale cosas, prendas o juguetes con un determinado color.
La comprobación de estas habilidades llena generalmente de alegría a padres y cuidadores provocando en el niño una necesidad de repetirlas completando así un círculo virtuoso.
Podríamos resumir la evolución considerando varias etapas:
- El niño es capaz de percibir los colores sin distinguirlos.
- Distingue los colores y reconoce que son diferentes. A base de de escuchar el nombre de un color y de enseñarle objetos que lo contengan aprende a distinguirlos.
- Es capaz de comparar y relacionar dos objetos del mismo color, gracias a al natural proceso evolutivo de maduración cognitiva.
En el mismo sentido, más adelante, el juego del “veo, veo”, puede continuar el proceso de estimulación de la visión, comparando tamaños y discriminando colores.
Es natural que durante estos períodos los niños confundan algunos colores o no diferencien tonalidades de un mismo color llevando algunas veces a preocupar a la familia.
En algunas oportunidades la dificultad para diferenciar colores continúa a pesar del crecimiento y desarrollo general. Generalmente el problema consiste en la apreciación de tonos o colores secundarios, requiriendo una evaluación por especialista.
Entre las anomalías de la visión cromática las más destacadas son las deficiencias congénitas del color, Suele haber familiares que sufren el mismo problema. Su incidencia varía entre las diferentes razas. En Europa afecta al 8% de los hombres y al 0.5% de las mujeres. Muchos casos son detectados cuando el niño comienza su escolaridad, debiendo establecerse un diagnóstico concreto para el futuro desempeño académico y laboral.