Insomnio

por | 30 octubre, 2024

El insomnio es la dificultad permanente relacionada con la iniciación, duración, consolidación o calidad del sueño, a pesar de darse las condiciones adecuadas y que provoca algún tipo de consecuencias en la vida diurna.

La conciliación del sueño y el poder dormir de manera continua durante la noche es un logro adquirido a lo largo del tiempo que puede perderse por diversas circunstancias.

Aproximadamente uno de cada tres niños sanos se despierta por las noches. Los despertares breves son normales en todas las edades, entendiéndose como tales los que no superan los 20 minutos sin afectar de algún modo la actividad diurna.

La consecuencia inmediata del insomnio es la somnolencia durante el día que predispone a accidentes tanto en el hogar como en la escuela.

Las investigaciones sobre el tema relacionan el momento en el que comienza la secreción de melatonina, (la hormona del sueño), con la hora que van los niños a dormir. Ese momento comenzaría entre las 18.00 hs. y las 21.00 hs. hasta los 9 años de edad. Los niños a los que se les hace dormir en horarios muy cercanos a la secreción de la misma pueden presentar mayor resistencia a conciliar el sueño.

Algunas veces el insomnio está motivado por una mayor proporción de horas de sueño durante el día. Debido a ello no se recomiendan siestas demasiado prolongadas ni, en general, posteriores a las 17.00 hs.

Más allá de los ruidos, la exposición a pantallas, (celulares, tv, computadoras, etc.) reduce la secreción de melatonina, retrasando por lo tanto la conciliación del sueño, llegando inclusive a ser un 80% menor.

A su vez en la mayoría de los casos, el déficit de sueño eleva durante el día los niveles de corticoides por el stress, favoreciendo aún más la continuidad del insomnio. El estrés materno durante el último trimestre del embarazo puede producir la aparición de un fenómeno similar en el bebé dado que dichas hormonas atraviesan la placenta llegando al feto.

La depresión materna puede influir también en el sueño del bebé así también como los trastornos vinculares entre la madre y el niño.

Se denomina “higiene del sueño” a ciertas normas o rutinas que se incorporan en la crianza del niño y pueden ayudar en la prevención del insomnio. Entre ellas el baño previo, ponerle la ropa con la que va a dormir, el lavado de dientes, etc. Ya en la cama la lectura de un cuento o de una historia junto a un juguete u objeto que lo acompañe (objeto transicional). Es conveniente ir reduciendo la iluminación y los ruidos en la casa a medida que se acerca la hora de ir a dormir para posteriormente dejar una luz tenue en el cuarto o pasillo para que, en los posibles despertares durante la noche, el niño se encuentre ubicado.

Un motivo frecuente de insomnio lo constituyen las siestas inoportunas, en especial aquellas que tienen lugar luego de las 17.00 hs. Del mismo modo el consumo excesivo, algunas veces no percibido, de sustancias estimulantes como el café, las bebidas cola, chocolates y comidas ultra procesadas. Anteriormente también se mencionó el excesivo uso de pantallas, influyendo en forma perjudicial en la conciliación del sueño.

Los denominados “cólicos del lactante” hacen referencia a los episodios de llanto, generalmente nocturnos en bebés sanos, durante los primeros 3 meses de vida. No hay maniobra alguna que logre calmarlos y el cuadro no hace diferencias entre sexo, raza o clases sociales, siendo motivo de insomnio no sólo del bebé sino de sus padres y hermanos. Una teoría los relaciona con la falta de producción de melatonina y con alteraciones en la secreción de cortisol. En el recién nacido la melatonina proviene en forma exclusiva de la madre, cedida por medio de la placenta durante la vida fetal. Se conoce su efecto relajante sobre la musculatura gastrointestinal por lo que se infiere que el bajo nivel de esta hormona sería el causante de los dolores. Refuerza esta idea la reducción de los síntomas a partir de los 3 meses, edad en la cual comienza a producirla el propio bebé.

El insomnio de los niños normales puede provenir de varias causas. Muchas de ellas pueden ser resueltas corrigiendo hábitos o costumbres de la vida diaria. En algunas, la maduración del sistema nervioso y endócrino hará lo propio.