Los cuidados del niño en el agua

por | 29 enero, 2025

El ahogamiento constituye la segunda causa de muerte por lesiones no intencionales, ocurriendo el 63% de los casos en niños menores de 5 años. Durante el año 2021 en nuestro país murió un niño o un adolescente cada 3 días por este motivo.

Científicamente se define como el proceso que resulta de un compromiso respiratorio primario por sumersión/inmersión en un medio líquido, pudiendo conducir o no a la muerte de la víctima. En el mundo es la segunda causa de muerte por lesiones no intencionales.

Al aspirarse líquido se produce un pequeño espasmo de las vías respiratorias altas, probablemente como mecanismo de defensa natural, para luego ceder, ingresando el agua a los pulmones.

El líquido aspirado comienza a producir colapso de los alvéolos pulmonares con el consecuente compromiso en la oxigenación de los glóbulos rojos. Si el ahogamiento continúa la marcha del corazón presenta anomalías como arritmias, shock y muerte.

Si el niño sobrevive, habiendo requerido reanimación, los daños producidos por el líquido ingresado a los pulmones suelen manifestarse por dificultad respiratoria y neumonía, esta última secundaria a la aspiración de contenido gástrico y de gérmenes disueltos en el agua.

Existen grados de ahogamiento que tratan de caracterizar la gravedad del mismo.

Así, el grado 1, es el más leve y frecuentemente observado. En este caso, el niño presenta en forma inmediata tos sin expulsión de espuma por nariz o boca. De aquí en adelante existen otros grados hasta llegar al 6 donde la posibilidad del paro cardiorrespiratorio alcanza al 93%. A excepción del 1, en los grados restantes el ahogado debe valorarse cuidadosamente en un ámbito hospitalario.

La severidad de los daños ocasionados está determinada principalmente por la duración de la falta de oxigenación a lo que se suma en la mayoría de los casos la hipotermia determinada por el agua.

El ahogamiento de un niño constituye generalmente un incidente y no un accidente dado que siempre está acompañado de situaciones que facilitan su aparición y que pueden ser prevenidas.

En menores de 5 años suceden habitualmente por distracción o negligencia de los adultos tanto en el domicilio como en las inmediaciones. Si bien las piscinas suelen ser el principal origen de los episodios los mismos pueden ocurrir también en los baños, pozos sin tapar, estanques, canales, acequias, bebederos del ganado, etc.

La probabilidad de ahogamiento es mayor si no se cuenta con barreras que dificulten el acceso de las infancias a estos espacios como cercas en los natatorios, trabas en los baños y distintas medidas precautorias. Este grupo de pequeños debe estar “al alcance de brazo siempre” (un metro) cuando se encuentran en cercanía del agua.

Las causas de ahogamiento en niños más grandes y adolescentes son la imprudencia, la subestimación del riesgo, el equipamiento inadecuado, el desconocimiento del entorno donde se pretende nadar, el consumo de alcohol o drogas y las conductas riesgosas. Ocurren generalmente en las denominadas aguas oscuras en movimiento como los lagos, lagunas, ríos y mares.

Además de los cuidados que un niño siempre requiere, ya comentados más arriba, es aconsejable fomentar en ellos el desarrollo de habilidades progresivas en el agua, como aprender a nadar y conductas prudentes, como evitar zambullirse cuando no se ve el fondo, bañarse en sitios habilitados en los que están presentes los guardavidas, respetando sus señales y alertas, averiguar las características y riesgos de los espejos acuáticos que se van a visitar, utilizando equipamiento adecuado en las distintas actividades que se vayan a realizar.

Es aconsejable siempre usar chaleco salvavidas a cualquier edad en aguas profundas y oscuras.

Para reducir en forma efectiva el flagelo del ahogamiento que, lamentablemente se incrementa durante los veranos, es necesario que los adultos al cuidado de niños comprendan los peligros del entorno y los eduquen para comportarse cerca y dentro del agua. Es importante un entrenamiento y conocimiento de la técnica de resucitación en caso de producirse el incidente, ambientes acuáticos con información y supervisión adecuada del personal con equipamiento suficiente para su función.

La subestimación del riesgo y la excesiva confianza en las habilidades del niño constituyen generalmente las fallas en la prevención de estos episodios. Siempre se requiere proximidad física al menor y atención plena del adulto responsable y el aprendizaje de destrezas y precauciones entre los cuales se encuentra la natación.