El «vapeo» electrónico

por | 29 enero, 2025

Según la Organización Mundial de la Salud, el tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que el mundo sigue afrontando.

En Argentina se producen aproximadamente 45.000 muertes al año relacionadas con el tabaquismo. El 88% de los fumadores inician su hábito antes de los 18 años y un 99% antes de los 26.

Las estrategias que se emplean en la actualidad para abandonar la dependencia y reducir la exposición a las numerosas sustancias tóxicas presentes en el cigarrillo apuntan, entre otras, al suministro de dosis variables de nicotina por medio de parches o chicles y drogas específicas como el bupropión actuando directamente sobre el sistema nervioso.

Desde hace un par de décadas aparecieron en principio, como herramientas para luchar contra el tabaquismo, el “cigarrillo electrónico” y el “tabaco sin combustión”, producto del tabaco calentado.

En la actualidad no existe evidencia científica para afirmar que sean efectivos como paso previo a dejar el hábito de fumar. Tampoco seguros.

El problema es que los adolescentes están comenzando a usar estos dispositivos, no como herramienta para dejar de fumar sino como inicio en el hábito y la consecuente adicción. Seducidos por el esnobismo o “la moda” inician su hábito con estos dispositivos para continuar posteriormente con el consumo de los tradicionales o con ambos.

En EE.UU. el uso del cigarrillo convencional ha declinado desde finales de los años 90, migrando el consumo al electrónico, siendo más frecuente entre los jóvenes de escuelas secundarias.

En pocas palabras, una herramienta que se consideró en algún momento como válida para empezar a dejar de fumar se está convirtiendo en cambio en el inicio del hábito. Su mayor uso estaría asociado al buen sabor y a la falsa idea de su daño reducido con respecto al tradicional. Sumado a ello, muchos utilizan estos sistemas para consumir además drogas ilícitas como los canabinoides y sus derivados.

Los cigarrillos electrónicos son dispositivos accionados por una batería que calienta una solución con cantidades variables de nicotina a la que se agregan distintas sustancias que, siendo vaporizadas por el calor, son inhaladas ingresando al organismo.

El verbo “vapear” deriva del “vaping” en inglés, refiriéndose al acto de inhalar sustancias vaporizadas por dispositivos diferentes a un cigarrillo convencional. Los dispositivos más recientes han incorporado hojas de tabaco comprimidas que se vaporizan sin producir combustión.

Los cuatro componentes principales de los cigarrillos electrónicos son el agua, la nicotina, los saborizantes y los disolventes. Estos últimos facilitan la vaporización y poseen alto poder cancerígeno.

Existen distintos dispositivos, entre los que se destacan los cigarrillos descartables o recargables y los denominados lápices para vapear.

Un cartucho puede contener cantidades variables de nicotina, originando la adicción al ingresar al cerebro, siendo más activa y dañina cuanto más joven es el consumidor.

La exposición a la nicotina durante la adolescencia cambia el curso natural del desarrollo cerebral y, como consecuencia, podría aparecer una reducción en el control de los impulsos, déficits en el aprendizaje, en la atención y trastornos del ánimo.

Los saborizantes que suele contener pueden incluir mentol, eucaliptol, canela, vainilla, etc., productos testeados para la ingestión, pero no para la vaporización. Estos sabores agregan un grado más de atracción entre adolescentes y jóvenes en general.

Los daños ocasionados por el cigarrillo electrónico exceden a los del cigarrillo convencional y se cree que se descubrirán algunos más en el futuro, dado que muchos son desconocidos por el corto tiempo transcurrido desde su aparición. Se han descripto lesiones en los vasos sanguíneos y en pulmones con mayor frecuencia que con el tabaquismo tradicional y en forma más precoz.

El humo, producto de su consumo, contamina también el medio ambiente provocando tabaquismo secundario a toda persona conviviente que no desee fumar.

Además, un acetato que puede acompañar a la nicotina ha sido encontrado responsable de un síndrome de dificultad respiratoria aguda, llegando en algunos casos a ser mortal. Generalmente se desencadena dentro de los 90 días de haber iniciado su consumo.

También se han relatado episodios de explosión de los dispositivos, provocando quemaduras en distintas partes del cuerpo.

Numerosas agencias regulatorias internacionales y la Organización Mundial de la Salud desaconsejan o prohíben el uso del cigarrillo electrónico por todas las razones resumidas en este artículo.

En nuestro país la ANMAT prohibió la importación, distribución, comercialización y la publicidad o cualquier modalidad de promoción del cigarrillo electrónico en todo el territorio nacional, a través de la Disposición N° 3226/11 y Ministerio de Salud emitió la resolución 565/23 -2023- que amplió la prohibición a los Productos de Tabaco Calentado.

Como sucede habitualmente no siempre las disposiciones se cumplen y es posible hallar la oferta de estos productos en negocios o ingresando a la web. Además de no contar con la correspondiente supervisión en la fabricación, importación y distribución no se conoce en forma certera el contenido real del producto en la mayoría de los casos.

Debemos luchar por todos los medios contra el tabaquismo, principalmente su inicio en edades tempranas y más aún evitar el ingreso del cigarrillo electrónico como principal consumo o intercalado con el tradicional.

El cigarrillo electrónico, lejos de ser una herramienta para dejar de fumar, puede constituir en los adolescentes una puerta de entrada a la adicción tabáquica.