LO QUE HAY QUE SABER
Julio 2016
La infección urinaria constituye el conjunto de manifestaciones clínicas que resulta de la multiplicación de gérmenes en el tracto urinario. Puede ser clasificada en alta (cuando compromete al riñón) o baja (cuando se ve afectada la vía urinaria, básicamente la vejiga). Es una enfermedad bastante frecuente en niños y adultos, siendo la tercera causa de infección en pediatría luego de las enfermedades respiratorias y las digestivas.
Suele ser más frecuente en el sexo femenino, especialmente durante la adolescencia y en el inicio de las relaciones sexuales.
Los síntomas varían en relación a la edad de presentación, la localización y la severidad de la infección. Así, la infección alta generalmente se manifiesta con dolor lumbar y repercusión del estado general. En cambio la baja suele aparecer con ardor o dolor durante cada micción y sensación permanente de necesidad de orinar. No se acompaña generalmente de fiebre.
Cuanto más pequeño es el niño más inespecíficos pueden ser los síntomas. Los lactantes pueden presentar fiebre, compromiso variable del estado general, disminución del apetito, poca o escasa ganancia de peso, etc.
El diagnóstico de la infección urinaria requiere de dos pasos. El primero, la obtención de una muestra de orina que determina la inflamación de la vía urinaria. El segundo es el cultivo de la misma, buscando el germen productor. El resultado positivo de este último es el que confirma la infección. No obstante ello, como el mismo suele demorar al menos 48 hs, el incremento de glóbulos blancos o incluso pus obtenido en la muestra de orina simple bastan para iniciar el tratamiento antibiótico. El posterior resultado del urocultivo determinará la continuación o suspensión de la terapéutica.
La obtención de la muestra de orina requiere en todos los casos el máximo cuidado para evitar contaminarla. Esto incluye la higiene de los genitales y la recolección en un frasco de orina estéril. Se tratará siempre de obtener cuando sea posible, el chorro medio de la micción, descartando el inicial. En los niños pequeños que no controlan esfínteres la recolección más útil es la llamada “al acecho”, que consiste en aguardar la micción del bebé con el frasco estéril cerrado hasta que la misma se produzca. Se desaconseja la utilización de bolsitas recolectoras que se adhieren a la piel dado que de esta forma las muestras suelen contaminarse con mayor facilidad. Es importante señalar también que, cuando no se pueda remitir la orina al laboratorio en forma inmediata, la misma puede ser conservada en heladera hasta el día siguiente.
La infección urinaria se trata con antibióticos. El médico prescribe aquellos que garantizan una concentración elevada en la orina para una eficaz resolución de la enfermedad.
Toda infección urinaria merece una investigación adicional al tratamiento. Más aún cuanto más pequeño sea el paciente o frente a la repetición de los cuadros. La aparición de una infección urinaria en estos niños puede ser el primer síntoma de alguna mal formación de los riñones, uréteres o vejiga. Puede ser también la expresión de un reflujo vesico-ureteral. Dicho fenómeno consiste en el pasaje de orina en forma retrógrada desde la vejiga hacia los uréteres, pudiendo comprometer a uno o ambos riñones. La hipertensión arterial y la insuficiencia renal de algunos jóvenes y adultos suelen ser la consecuencia de estos cuadros. La posibilidad de dichas complicaciones obliga a la realización de estudios complementarios una vez que el cuadro esté en vías de resolución.
La salud futura de los riñones dependerá en gran medida del precoz diagnóstico, del estudio y tratamiento eficaz de estas infecciones.