Dulce espera

por | 3 octubre, 2012


dulce esperaEL EMBARAZO DESEADO

Artículo especial de la Lic. Lorena Ruda*

Octubre 2012

La decisión de tener un hijo es una de las más fáciles y de las más difíciles a la vez. Si te dejas llevar por las ganas y nada más, es fácil. Pero, generalmente, hay personalidades más racionales que cada vez que se encuentran ante una situación para decidir, la postergan. Otras, más «arriesgadas», lo deciden sin pensar tanto, sin tantas vueltas. Esto ocurre en casi todas las decisiones y, sobre todo, cuando se trata de tener un hijo. Sin el deseo de asustar, creo que es la única decisión que es para toda la vida y, lógicamente, sería difícil tomarla si la pensáramos así. La cuestión es que cuando el deseo de tener un hijo está instalado, el ser humano se las ingenia para que esta situación se concrete. A algunos les cuesta más resignar cosas de su vida cotidiana, entonces intentarán no tomar conscientemente la decisión, con lo cual aparecen los «descuidos». Algunos, por el contrario, se ponen en campaña con el almanaque al lado para no perderse la posibilidad en cada mes. Otros deciden dejar de cuidarse y mantener el ritmo sexual habitual y «cuando tenga que llegar que llegará…». Están también los que, por circunstancias de la vida, tienen que recurrir a un tratamiento de fertilización y la búsqueda es una constante sensación de ansiedad y expectativas, donde es más difícil dejar todo «librado al azar». En el mismo sentido están los casos de adopción en los cuales las ganas de tener un hijo son exactamente iguales que en los demás casos, aunque muchas veces la espera es más larga además, de no depender directamente de uno mismo. Para todos los gustos, no importa cómo, lo cierto es que el deseo está y finalmente llega.
Durante el embarazo, supongamos que es el primero, las expectativas aumentan día a día. En el último trimestre las fantasías del parto comienzan a aflorar. Sabemos que ese momento es inminente y, los sentimientos encontrados característicos de toda la maternidad, se hacen presentes. Queremos seguir embarazadas porque es un estado único y especial Si tuvimos un buen embarazo y nos vemos bien, nos gusta estar con la panza y que el vínculo con nuestro bebé sea exclusivo y particular. Ya nos acostumbramos a estarlo y a hacer las cosas así, a ir sentadas en el colectivo y no hacer cola en el supermercado…. pero también queremos ver cómo es «el bebé en casa».
Nos imaginamos el parto y se nos llenan los ojos de lágrimas, cargando esos pensamientos con toda, absolutamente toda, la emoción que tenemos. ¡Nos empiezan a dar ganas de conocer a nuestro bebé, aunque también de conservar la panza! ¡Imaginamos su cara, su llanto al nacer, lloramos….! ¡Nos imaginamos al bebé en brazos, tomando la teta, a upa del papá, lloramos…!.¡Nos imaginamos dando la noticia y sintiendo la reacción de los demás, lloramos…!
Llegó el día. Parimos. No fue lo que esperábamos. Pero ¡no porque salió algo mal, no! ¡Todo lo contrario!. ¡Salió de maravillas, tuvimos contracciones, dolieron, tuvimos trabajo de parto, pedimos a gritos la anestesia, pujamos, pujamos, nació!. Episiotomía, (que no sentimos en el momento), peeeero no lloramos como Andrea del Boca en el momento del parto, no sentimos ese amor incondicional por nuestro hijo al mirarlo lleno de líquido amniótico, teníamos miedo a no reconocerlo cuando nos lo llevaran al cuarto, etc. Lo cierto es que el momento del nacimiento de un hijo está cargado de mucha emoción y expectativas. Nada nos dice que ese día va a ser tal cual lo soñamos. Y cuando esto no ocurre, no quiere decir ni que seamos malas madres por no llorar como suponíamos que íbamos a llorar, ni por preferir que la primera noche duerma en la nursery, ni porque no sentimos: -«¡oh, lo mejor del mundo fue parir!». Y más aún, de pronto podemos terminar en una cesárea. Claramente no era lo que imaginábamos para este día, (o sí, pero no podemos decirlo porque no se escucha bien), pero finalmente estamos los dos bien, con salud, abrazados, con el bebé a upa, luego de haber sido «ayudado» a nacer, tomando la teta… y nosotras sabiendo y diciendo: – «no fue parto natural», como si eso también hablara del tipo de mamá que seremos.

El punto no es asustarlas o angustiarlas. Al contrario, me propongo desmitificar algunas cuestiones en relación al nacimiento de un hijo. Considero que está bueno saber, que sólo nos cuentan las cosas lindas y maravillosas y que, si las mismas no salen así, es muy fácil frustrarse, porque en realidad nadie habla de las cosas menos románticas del posparto. Se diagnostica «depresión posparto» apresuradamente cuando en realidad sentir angustia luego del parto es normal e, incluso, esperable. Es normal tener sentimientos encontrados el día que nace nuestro hijo, también lo es que nos suceda algo diferente a lo imaginado y a lo «socialmente esperado». Que también es lógico, luego de una cesárea, estar molesta y dolorida y no poder estar al ciento por ciento, o que, a pesar de tener un super parto natural, sentir molestias por la episiotomía impidiendo movernos demasiado…Es normal que hayamos fantaseado con amamantar, pensando que sería como en las tiernas fotos que vemos en la caja de productos «Avent» o en la sala de espera del obstetra. Pero, de pronto, ¡las fotos no nos muestran cuánto duele amamantar los primeros días! ¿Soy mala madre si pienso cuando llega el momento de la teta? : -«uh, ¡otra vez!» sin disfrutarlo como lo debería. Date tiempo, si querés amamantar, ¡ya lo van a disfrutar, ambos!

Los mandatos sociales y culturales, las opiniones de la suegra, de mamá, de una amiga influyen directamente en nosotras y la pregunta sobre si seremos buenas madres encuentran respuestas en los estilos de las demás, sin poder, al principio quizá, darnos ese lugar para sentir lo que nos pasa, ser honestas con nosotras mismas y encontrar las respuestas en nuestra única y exclusiva manera de ser mamá.
Una vez que nace nuestro hijo, el vínculo se construye, no es igual al que teníamos cuando estaba en la panza. Y para que se construya amablemente, lo ideal es estar tranquilas, observando, respetando nuestros sentimientos y estados. Dándonos lugar a que la situación fluya sin suponer que hay una sola manera de vivir el parto, el nacimiento, el posparto. Dejemos fluir nuestro «ser mamá», dejemos que aparezca. No le demos lugar a la culpa, que siempre aparece para no dejarnos disfrutar a «nuestra manera». Es un momento de encuentro con una situación muy imaginada, pero que se convierte en real y nueva. Muchas de las situaciones que empezamos a vivir, los sentimientos que empezamos a sentir, no los podíamos imaginar, simplemente porque no los conocíamos. Fantaseamos este momento desde lo que nos dijeron, desde lo que vimos, desde lo que suponíamos o esperábamos. Pero la vida nos sorprende y muchas veces la mujer, que no se imaginaba madre, de pronto saca a la leona de adentro, quizás más sensible, emocionada, muchas veces sin saber cómo reaccionar. Quizás las cosas sean tal cual las soñaste porque «así tenía que ser». Confesar algunos pensamientos «no esperados» no es fácil…. o simplemente el no fantasear demasiado ese momento te sorprendió a vos
En fin, hay tantas opciones como madres en el mundo. Viví tu experiencia, a tu manera.
¡Hasta la próxima!