Epilepsias

por | 27 octubre, 2018

 

CONVULSIONES Y EPILEPSIASconvulsion3

Lo que hay que saber

Noviembre 2018

 

Una convulsión es un fenómeno  motor desencadenado por una descarga excesiva y sincrónica de neuronas del cerebro. Si bien el término “convulsión” suele asociarse a epilepsia, no todas las convulsiones son secundarias a epilepsia y no todas las epilepsias se manifiestan con convulsiones.

Las denominadas crisis epilépticas son convulsiones que ocurren en niños y adultos que presentan epilepsia.

La epilepsia a su vez es una afección crónica que suele aparecer en forma brusca y recurrente, secundaria a variados orígenes que se manifiesta frecuentemente con convulsiones.

La convulsión febril típica del lactante y del niño pequeño no tiene relación alguna con los cuadros epilépticos y no condicionan tampoco la aparición de nuevos episodios en los años futuros.

En contrapartida, la aparición de todo fenómeno convulsivo en un niño que no presenta fiebre siempre obliga descartar una patología cerebral, originada en el mismo órgano o secundaria a alguna agresión hacia el mismo.

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Vale el ejemplo de trastornos metabólicos como las hipo e hiperglucemias, traumatismos, trastornos vasculares e intoxicaciones que alteran el funcionamiento del cerebro provocando convulsiones. Las mismas no son de origen epiléptico dado que, en caso de resolver los mencionados trastornos, las convulsiones no se repetirán.

Las convulsiones secundarias a epilepsia suelen ser crisis recurrentes que siguen apareciendo en caso de no realizar un tratamiento adecuado. Entre ellas se encuentran las secundarias a tumores, trastornos cerebrales progresivos, los daños producidos en el período perinatal y las provocadas por infecciones a nivel del sistema nervioso.

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Sin embargo, las epilepsias más frecuentes suelen ser las de origen desconocido, probablemente genéticas en las que no se pueden demostrar alguna causa para su aparición y desarrollo.

Como dijimos anteriormente las crisis epilépticas no siempre se manifiestan con convulsiones. Por otra parte, las mismas pueden ser generalizadas, afectando todo el cuerpo o focales involucrando alguno de los miembros o regiones específicas del mismo. Dentro de estas últimas la conciencia puede o no estar conservada o iniciarse con sensaciones o emociones que suelen anunciar el inicio de la crisis (aura).

Las crisis convulsivas también pueden ser tónicas, en las que hay incremento del tono muscular o tónico-clónicas en las que se agrega el movimiento de los miembros afectados. En todos estos casos, la identificación del tipo de epilepsia facilitará la elección del tratamiento adecuado para evitar la aparición de nuevas crisis. El examen neurológico, la tomografía computada y específicamente el electroencefalograma suelen ser suficientes para orientar la terapéutica. Este último por trazados característicos puede identificar la localización del foco epileptógeno, la variedad de epilepsia y la respuesta al tratamiento instituido.

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Existe una gran variedad de drogas eficaces para evitar la repetición de los episodios convulsivos. Las epilepsias de origen desconocido o genéticas suelen tener muy buena evolución, incluso hasta llegar en algunos casos a suspender la medicación. Tal decisión generalmente se apoya en la desaparición de los episodios y a la modificación en el trazado del electroencefalograma.

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La adolescencia y buena parte de la juventud pueden significar etapas de riesgo para repetir crisis convulsivas que obliguen en algunos casos a reiniciar tratamientos o ajustar dosis en otros. La falta de horas de sueño secundarias a trasnochadas, frecuentes durante estas edades, suelen bajar el umbral convulsivo de las neuronas, facilitando la reaparición de crisis que se creían superadas, confirmando la cronicidad de la enfermedad.

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En todos los casos es importante evitar la aparición o prolongación de las crisis dado que dichos episodios pueden originar otros futuros focos epileptógenos que agraven la evolución de la enfermedad.

Hay un grupo de epilepsias que, al reunir características especiales se las ha denominado como síndromes epilépticos. Uno de los más peculiares lo constituyen las denominadas epilepsias benignas del lactante. Las mismas suelen poseer antecedentes similares en la familia. Suele aparecer entre los 3 y 8 meses de edad y la benignidad se sustenta en la evolución favorable de las mismas aún sin tratamiento. Obviamente el diagnóstico requerirá previamente descartar afecciones cerebrales comentadas anteriormente.

En el otro extremo se encuentran entidades denominadas como “encefalopatías epilépticas”. En estos casos la actividad epiléptica en si misma contribuye al compromiso o deterioro de la conducta o el intelecto. Son enfermedades severas que suelen evolucionar en relación a la frecuencia de las convulsiones. Las mismas pueden tener movimientos peculiares y trazados electroencefalográficos característicos que pueden facilitar el diagnóstico y un precoz tratamiento contribuyendo a mejorar el pronóstico.

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Como vemos, el impacto que genera la palabra “epilepsia” es tan fuerte como amplio es el espectro de enfermedades que puede acompañar o manifestar. Todas requieren de la intervención oportuna del neurólogo para su correcto diagnóstico, tratamiento y seguimiento.

Fuente: Carballo R., Reyes Valenzuela G. «Epilepsias en la infancia, niñez y adolescencia». Programa Nacional de Actualización Pediátrica. SAP. 2018

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