El equilibrio

por | 2 junio, 2012


equilibrio11LA MADURACIÓN NECESARIA PARA EMPEZAR A CAMINAR

 

 

Junio 2012

Es posible seguir paso a paso algunas reacciones del bebé que muestran la maduración en el mantenimiento del equilibrio de su cuerpo. Como durante toda la vida, la vista y el oído interno serán los responsables de su desarrollo y mantenimiento

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La madurez de las reacciones del bebé que llevan al equilibrio de su cuerpo requiere además  un adecuado almacenamiento de impresiones   que le permitirán elaborar un bosquejo del mundo circundante

 

Durante los primeros 6 meses el bebé cumplió un proceso de integración pero, sin  conciencia de su individualidad, ni con nociones de los planos del espacio en los que se movía.  En el segundo semestre de la vida, en  cambio,  ya ha contactado sus manos en forma reiterada en la línea media, frente a sus ojos, delimitando en cierta forma las fronteras de su cuerpo, ha explorado su boca, su panza, sus rodillas y descubre finalmente sus pies. En esta etapa de autoconocimiento las manos dejan de ser sólo juguetes y comienza a ensayar maniobras de equilibrio. El llamado “paracaidismo” es una de ellas. Si se suspende al lactante boca abajo, sosteniéndolo por sus costados y se lo proyecta hacia una superficie plana, el niño menor de 6 meses no efectúa ningún movimiento defensivo. En cambio, generalmente a partir de esa edad, el bebé extiende sus miembros superiores desde sus hombros, como forma de “aterrizar” sobre la superficie,  protegiendo la cara de un posible golpe. Los niños ciegos también producen la misma respuesta, quizás en meses posteriores, confirmando que en el equilibrio no sólo interviene la visión.

 

 

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La misma reacción puede obtenerse durante el transcurso del segundo semestre cuando el niño comienza a sentarse. Al principio, ante un leve empujón hacia atrás el bebé cae sin ofrecer resistencia. Sin embargo durante el transcurso de esos meses la experiencia y la maduración hacen que progresivamente use sus manos para sostenerse a sus costados y hacia atrás. Del mismo modo, esas maniobras van independizándose de la vista. Esto es, en algún momento podrá seguir mirando un objeto que le llama la atención y  al mismo tiempo evitar la caída utilizando sus manos. A partir de aquí, se obtendrán reacciones similares cada vez que la estabilidad corra peligro por variar la inclinación del plano sobre el que está sentado o cuando, por ejemplo la vista cambie rápidamente de orientación al perseguir un objeto que se desplace  ligero. Como todo en la vida, la ejercitación temprana o la falta de estímulos podrán acelerar o retardar en forma respectiva estas adquisiciones.

 

Siguiendo con su evolución, a partir de los 8 o 9 meses el niño no requerirá de sus manos para permanecer sentado, salvo emergencias que pongan en riesgo su estabilidad. Poco a poco liberará sus manos para ir alcanzando y tomando objetos sin perder su posición.

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Finalmente, cuando los miembros superiores adquieran firmeza y soltura, los niños, puestos boca abajo, flexionarán los miembros inferiores, apoyarán sus rodillas y pies y separarán el cuerpo del plano de apoyo. Las manos entonces, seguirán una incansable exploración del entorno y orientarán al cuerpo hacia sitios de interés. Ya está preparado para el desplazamiento. Algunos gatearán pero todos se moverán. Obsevarán  cuanto les rodea desde el mismo punto en que lo hacen los adultos y se adentrarán en el intrincado mundo de presencias, desapariciones y reencuentros de personas y objetos.

 

El equilibrio permite multiplicar los contactos con el exterior, y a través de ellos el niño se enriquece con fascinantes descubrimientos con los que va estructurando su incipiente personalidad. Dotado de eficaces reacciones de equilibrio, el pequeño podrá conquistar sin temores el espacio y su contenido.

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