El coronavirus y los niños/as
¿REALMENTE ESTÁN A SALVO?
JULIO 2020
Desde el inicio de la pandemia se conoce que esta enfermedad afecta poco a los niños/as. Las experiencias primero en Asia y luego en Europa indicaron la escasa frecuencia de infantes infectados o con evoluciones graves de la enfermedad. Estos informes señalaban que aproximadamente un 2% del total de los alcanzados por la epidemia correspondían a niños y adolescentes.
Las cifras de infectados en nuestro país afortunadamente confirman la menor afectación en este grupo etario. Sin embargo el porcentaje de afectación es un poco mayor a los descriptos en otras partes del mundo, llegando en algunos estudios hasta el 15%. No obstante ello la evolución en la gran mayoría de casos es benigna o con síntomas muy leves.
Muchas teorías, a la fecha ninguna comprobada, tratan de explicar la baja incidencia de la enfermedad en la población infantil. Una de ellas lo explica en relación a la mayor frecuencia de catarros en estas edades, muchas provocadas por coronavirus similares a los de la presente pandemia, motivando la producción de anticuerpos que servirían también contra el Covid 19, “primo” de los mencionados. Otras se centran en las pocas complicaciones del coronavirus en los niños, explicando el fenómeno en relación a la poca frecuencia de enfermedades crónicas en este grupo etario a diferencia de los adultos o adultos mayores.
Algunos investigadores han puesto el acento en la menor proporción de receptores inflamatorios en los niños, reduciendo dicha respuesta frente a la entrada del virus, y, en gran medida, la posibilidad de complicaciones por la respuesta exagerada del organismo frente a la infección.
Lo cierto es que está claro que los niños son poco afectados por la enfermedad, aunque pueden transmitirla, dado que la mayoría no presenta síntomas. Los abuelos son los más perjudicados, dado que son fácilmente contagiados, complicando la evolución generalmente por sus patologías preexistentes.
Sin embargo hay datos interesantes a tener en cuenta en los niños cuando la enfermedad se manifiesta. Los mismos suelen presentar fiebre no muy alta (37,5° / 37,8°), tos, cuadros respiratorios altos (que afectan la garganta, oídos y/o nariz), síntomas gastrointestinales como vómitos y diarrea y, en contadas ocasiones, manifestaciones en la piel, según datos aportados por la Sociedad Argentina de Pediatría. En la gran mayoría de los casos, la infección evoluciona favorablemente en pocos días y sin complicaciones. Entre los pocos que tuvieron alguna complicación, la mitad presentaba alguna enfermedad preexistente. Hacia fines de mayo se habían detectado unos de 4 mil casos en niños y adolescentes, 46% de 0 a 9 años y 54% entre 10 y 20 años.
La poca afectación de los niños por esta pandemia no debe incidir en el relajamiento de las medidas de seguridad. Constituyen un grupo que involuntariamente puede contribuir a la transmisión comunitaria de la enfermedad. Se debe recalcar el tapado de boca o nariz con los codos frente a un estornudo o tos, el uso de tapabocas a partir de los 3 años, el lavado frecuente de manos y recordar, también para esta edad, que el aislamiento social y las medidas de distanciamiento son las únicas vacunas con la que contamos hasta el momento.
Del mismo modo estar alertas frente a algunos síntomas que los niños pueden presentar frente a la enfermedad. Así, el dolor abdominal, la dificultad respiratoria, el rechazo del alimento o irritabilidad en los más pequeños, entro otros, deben convertirse en alarmas para motivar una consulta médica.
Estadísticamente, solo un 0,6% de los reportes de niños y adolescentes argentinos contagiados de Covid-19 se presentan como casos graves con compromiso pulmonar. Por otra parte en muy pocos casos se ha observado un síndrome inflamatorio, descripto inicialmente en Europa y en los Estados Unidos, con fiebre, dolores musculares generalizados e inflamación de los vasos arteriales, signos similares a los que se hallan en la enfermedad de Kawasaki.
Los recién nacidos infectados por Coronavirus suelen también ser poco afectados. Sin embargo se han descripto cuadros febriles en menores de 90 días sin otro compromiso del estado general y con buena evolución espontánea.
En resumen, dentro de toda la mala noticia que nos tiene acostumbrados la pandemia, la escasa afección de bebés, niños y adolescentes significa un alivio a la demanda de servicios del sistema de salud, que justamente en todos los inviernos suelen estar colmados.
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